La fotografía de conciertos va mucho más allá de disparar en ráfaga. Se trata de estar en el lugar exacto, en el instante preciso, para capturar lo que no se puede repetir: una mirada, un gesto, una explosión de luz y sonido.

Antes de cada show, estudio el tipo de evento, el artista y el espacio. Me preparo para adaptarme a la iluminación cambiante, a los movimientos sobre el escenario y a la energía del público. La clave está en anticiparse y sentir el ritmo, casi como un músico más.

Durante el concierto, busco imágenes que transmitan toda la fuerza del directo: desde los primeros acordes hasta los momentos más íntimos. Cada foto debe contar una historia sin palabras.

En la edición, realzo el color, el contraste y la atmósfera para que cada imagen conserve la intensidad del momento. No es solo capturar música, es capturar emociones.

Mi objetivo: que cada fotografía haga sentir el concierto como si aún estuvieras allí.